Hermenéutika y sujeto
Taller de lectura
Coordina José Assandri
Sábados 31 de octubre y 14 de noviembre, de 9.30 a 12.30 horas
Centro de Farmacias del Uruguay
Lauro Müller 2028
Contribución a los gastos $ 300
“Entonces, cuando los psicoanalistas se hayan calmado en lo tocante a las historias de su práctica, tendré mucha más confianza en la verdad de lo que dicen.” Esto respondía Michel Foucault en 1981, cuando le preguntaron por el rechazo de los psicoanalistas en aceptar que el psicoanálisis pueda contarse entre las técnicas de subjetivación. Una turba de miembros de la École Freudienne de Paris lo había entrevistado un tiempo antes, luego de la publicación de La voluntad de saber. Para ellos era difícil entender “El juego de Michel Foucault”, el modo en que abordaba la sexualidad, la confesión, la historia, el poder, el psicoanálisis.
Cuando años después Jean Allouch afirmó “la posición del psicoanálisis, digo, será foucaultiano o no será más”, quedó claramente explicitado un modo de relación radicalmente distinto con Foucault. No se trataba simplemente de una consigna sino de un programa, que entre otras cosas, implica aceptar que en el recorrido de Foucault hay una genealogía del psicoanálisis. Paralelamente a la publicación de artículos, seminarios, entrevistas y conferencias de Foucault, del programa de Allouch fueron surgiendo el libro El psicoanálisis, ¿es un ejercicio espiritual? Respuesta a Michel Foucault, artículos como “‘El psicoanálisis será lacaniano o no será’” y “Cuatro lecciones propuestas por Foucault al análisis”. Sin embargo, ese programa no ha sido solamente con Foucault, al menos si se toma en cuenta un artículo casi perdido titulado “De Vienne au Vatican. Analyse sociologique de la position del chrétien moderne”. Publicado en una revista protestante, Le Semeur (El Sembrador) en 1967, hay allí una crítica de las concepciones cristianamente terapéuticas, pero en el ejercicio de esa crítica, no dejaba de apuntar a la problemática de la espiritualidad. Tampoco el fin del programa se reduce a lo que Foucault puede enseñarle al psicoanálisis, sino que en su reciente seminario en Montevideo, “Heterótica I”, al analizar algunos de los desarrollos elaborados por Foucault respecto a la Antigüedad Griega, la lectura de Allouch no deja a Foucault tal cual.
Pero no se trata de “calmar” a los analistas, sino que la cuestión es si una genealogía del análisis permite actualizar aquello que alguna vez afirmó Jacques Lacan: “Mejor que renuncie quien no pueda unir a su horizonte la subjetividad de su época”[1]. Es allí que radica el interés por Foucault, sobre todo en lo que se ha llamado su “giro de los 80”. Pero, ¿hasta dónde la palabra hermenéutica es oportuna para albergar al análisis? Si el análisis fuera una técnica de subjetivación, ¿qué tipo de sujeto produce? Dado que una genealogía podría implicar la caída de la pretendida honorabilidad científica del análisis, ¿habría que lamentar que no hubiera ninguna posibilidad de una epistemología del psicoanálisis? Si importan las formas de veridicción ¿cuánto se aleja el análisis de la confesión? ¿Por qué no basta con el deseo para dar cuenta del deseo? … Se podría imaginar que Lacan, sobre los hombros de un gigante, amplía sus horizontes, pero esto no debería desconocer que en el inicio del recorrido de Foucault estaba el psicoanálisis.
[1] Jacques Lacan, “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”, en Escritos 1, Siglo XXI, 2011, p. 308.