Argumento Acto III
Los que abren las puertas del infierno, 2000.
Extraviada y Yo lo maté –nos dijo- es mi padre entraman textos y fotografías de muy distinto tenor. Los documentos allí publicados, en su ensamblaje (al que han de agregarse los Escritos de Lumen Cabezudo), hacen patentes los dispositivos que atraviesan la prensa, el aparato judicial, la escuela y el manicomio, donde se produce esta Babel de lenguas y saberes.
Babel tiene su complejidad y requiere abordarla en distintos niveles. En 1975, en la Universidad de Yale, Lacan llamó la atención sobre un hecho muy curioso: la invención del llamado inconsciente es en realidad “el descubrimiento de una especializada forma de saber, íntimamente anudada al material del lenguaje pegado a la piel de cada uno”. Esa, “lalengua” –así escrita y corporizada en cada uno- no deja de estar impregnada por la lengua común, su “caldo de cultura”.
En la familia Cabezudo Spósito hay saberes que circulan y crean el real parentesco más allá de los lazos de sangre. Siguiendo el comentario que Lacan realiza el 19 de abril de 1977 sobre la formulación del antropólogo Rodney Needham de que el parentesco está en la lengua, interrogamos la singular lengua de Iris inmersa en la lengua común de su familia, con su sus particulares saberes y sus creencias.
Esta familia no deja de formar parte, a su vez, con sus “saberes minoritarios” de colectivos más amplios (Centro Natura y Sociedad de Teosofía). La intensa participación social que se hace patente en y por la lengua toma sus formas particulares a través de una serie de operaciones complejas ligadas también a los saberes dominantes (la medicina positivista y el catolicismo, en este caso).
¿Cómo los protagonistas del caso construyeron ciertas versiones que puestas por escrito se dan a leer? En este caso, además, la lengua común se individualiza en el combate paranoico que opone unos a otros. Lejos de impedir el asesinato de Lumen Cabezudo, las palabras arman la guerra. El pasaje al acto de Iris constituye una forma límite de hacer saber y pretender solucionar lo que allí ocurría. Su ineficacia la lleva luego a intentar con su escritura –que sigue los vuelcos de su experiencia persecutoria- un hacer saber de otro orden.
¿Qué distinto tipo de respuestas generan los artistas confrontados con la lectura de esta monografía clínica? ¿De qué modo el arte revela su capacidad analizadora y qué efectos produce en los lectores del campo freudiano donde se inscribe este caso?