Argumento general
divertir: del latín divertĕre, llevar por varios lados.
Entretener, recrear. Apartar, desviar, alejar, cambiar de dirección.
Diccionario de la RAE
“Cuánto más cerca del psicoanálisis divertido estemos,
más cerca estaremos del verdadero psicoanálisis.”
Jacques Lacan, Los escritos técnicos de Freud, 24 de febrero de 1954
En el año 2013 apareció en Montevideo, un primer cuaderno que lleva por título, Lacan & Spinoza. Devenires, bordes y exclusiones. Con esa publicación, la revista ñácate dio inicio a otra puerta de difusión de trabajos enmarcados en el campo freudiano y en los caminos y debates que se producen desde la école lacanienne de psychanalyse. En esta ocasión y dando inicio a una serie, ponemos –no en vuestras manos- sino en el ciberespacio, un segundo cuaderno de ñácate y primero en formato electrónico, acorde con los tiempos que corren. Los invitamos a navegar este cuaderno Nº 2 y a aventurarse en un soporte que nos permite enriquecer las producciones textuales con otros lenguajes: el cine, la música, la pintura, etcétera. Una forma, esperamos, de que algo de lo vivo que tiene una presentación oral, pueda pasar al lector, para que también nos divierta en su más amplia acepción, es decir, nos entretenga, pero también nos desvíe, nos empuje –de tanto en tanto- a cambiar de dirección.
Los trabajos que se publican a continuación formaron parte de las jornadas de la “Movida X – Arte Locura Creación” realizada en tres actos –al modo de las puestas en escena teatrales- durante el año 2013 en Montevideo. Esta actividad se enmarca en las organizadas en Montevideo por la école lacanienne de psychanalyse.
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Detalle de Iris, 1999.
X. Una simple letra con un máximo de polisemia: X de incógnita, de sinsentido; X de multiplicación o multiplicidad. Igualmente, X de mutantes, o de esa generación así nombrada, incluso de aquella fiesta montevideana. X de extra-potencia. X hoy, como propuesta que hacemos de una operación sobre Extraviada[1], libro que desde su primera edición de 1995 reabriera el caso de Iris Cabezudo Spósito.
En la publicación del peritaje de 1936 esta mujer aparecía bajo el anonimato de una doble X. Rescatar el nombre de Iris Cabezudo supuso hacer caso a unos fragmentos de su historia y escritura que por efecto del poder (psiquiátrico, periodístico, policial y judicial) habían sido tanto registrados como archivados, desaparecidos y olvidados. Al aproximarnos a su experiencia, hemos intentado acercarnos más a esa X que a todos nos habita, esa cara opaca, ese real que nos angustia, y que, a veces, nos enloquece.
El movimiento de la publicación de Extraviada implicó recuperar un saber marginal y marginado: el saber de una mujer “infame”. Ahora bien, ¿es posible efectuar a casi veinte años de su primera edición un nuevo paso? ¿Implica esto una especie de “retorno a” la historia de Iris Cabezudo, de “eterno retorno” del saber extraviado? Dejemos abiertas estas preguntas. Lo cierto es que una posición epistemológica orienta este cuaderno de ñácate: “Saber, incluso en el orden histórico, no significa ‘encontrar de nuevo’ ni sobre todo ‘encontrarnos’. La historia será ‘efectiva’ en la medida que introduzca lo discontinuo en nuestro propio ser […] El saber no ha sido hecho para comprender, ha sido hecho para cortar”[2].
¿De qué se trata, pues, en esta apuesta? En primer lugar, de responder a la invitación de una artista plástica, también poeta, Virginia Patrone, dirigida a quienes, desde el campo freudiano, estamos involucrados en esa zona de fronteras donde confluyen artistas, locos y psicoanalistas. También otros, claro está, pueden reclamar allí su lugar.
Nos interesan hoy los extravíos del sentido, los relatos –de unos y otros- siempre fallidos pero que ponen de relieve, desde la escritura misma de Iris Cabezudo, el vacío angustiante que los produjo: “esto tiene una explicación […] En primer término, existe en mi hogar un problema que yo no acabo de comprender totalmente porque cambia siempre de forma, pero que no se termina nunca, que me ha tenido y me tiene siempre con miedo […]”[3].
La nueva apuesta, por un lado, consiste en detenernos en las disrupciones del sentido, en los artificios del montaje de los múltiples relatos que aparecen en Extraviada y, por otro, acoger el montaje plástico que viene realizando Virginia Patrone, como efecto creativo surgido de su propio encuentro con aquella experiencia de locura a la que nos reenvía el nombre de Iris Cabezudo.
[1] Raquel Capurro y Diego Nin, Extraviada, Edelp, Bs. As., 1997.
[2] M. Foucault, “Nietzsche, la genealogía, la historia”, en Microfísica del poder, Ediciones La Piqueta, Madrid, 1992, p. 20.
[3] R. Capurro y D. Nin, op. cit, p. 412.