Alta por fuga (R. Capurro)

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Una vez más Iris Cabezudo me convoca, su historia me convoca, en esta ocasión, su final. Pero vayamos por partes: en el pasado mes de abril recibí la invitación de dos colegas, Pablo Fidacaro y Laura Falcón, que trabajan en una sala del Hospital Vilardebó, para que fuera por allí a hablar del caso Iris, lo que implica siempre para mí algo más complejo que su persona: es decir que incluye los dispositivos -diría M. Foucault- que de distintas formas intervinieron en su vida a partir del atardecer veraniego de 1935 en el que mató a su padre de un disparo.

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