fernando barrios
“hablar-herido es un régimen poético y epistémico útil”,
dice un amigo portugués Daniel Lourenco.
O en palabras de Monique Wittig:
“con esta pena que hemos penado”
Hagamos el intento.
Creo pertinente hacer una aclaración a partir de lo que llamaré, una conversación ininterrumpida que mantenemos con Sandra Filippini hace ya unos años –aunque como se dice por ahí: “no aclares que oscurece”, o justamente por eso…– voy a referirme en este trabajo a escritos, artículos, de psicoanalistas uruguayxs, pero en ningún caso se trata de un Yo acuso, sino de tomar sus escrituras como analizadores de un atravesamiento.
Teniendo en cuenta, además que el Yo acuso de Émile Zola es, en primer lugar, una defensa, un alegato a favor –en el affaire Dreyfus– más que una acusación y que el título con que finalmente aparecerá su artículo corresponderá a una estrategia de marketing avant la lettre de los editores del periódico L´Aurore, mi asociación gana en ambigüedad, creo.
Un trabajo mío, el primero que hiciera público, permitirá ver que, en todo caso, tampoco yo he sido ajeno a lo que señalo. Como nos recuerda Judith Butler en clave foucaultiana: uno es parte de los dispositivos que denuncia.
Dice Lacan que fue Marx quien le dio discurso al capitalismo, haciendo algo diferente con la función oscura de la plusvalía. Quedan, de esta manera, situadas en homología la invención de la plus valía y del plus de gozar; y será Lacan quien le dé discurso al psicoanálisis.
El trabajo no era nuevo en la producción de la mercancía, como tampoco era nueva la renuncia al goce […] esta renuncia constituye al amo […] La novedad es que haya un discurso que articule esta renuncia y que haga aparecer lo que llamaré la función del plus de gozar, operación que ubica como la esencia del discurso analítico.1
El dar discurso participa de la ambigua posibilidad de hacer consistir y de producir otro discurso, una salida posible a los efectos reales que cada discurso produce-provoca.
Me planteo la hipótesis de que el psicoanálisis le dio discurso a la heterosexualidad, junto a otras “disciplinas”, esta ubicación en lo disciplinario es una provocación evidentemente, pero nada gratuita, creo. Me refiero a la Medicina, claro, y en particular a la Psiquiatría, en la empresa conjunta del biopoder y la función psi, que visibilizara Foucault.
En esta línea, el trabajo que José Assandri presentara en la Asociación Psicoanalítica del Uruguay, en 2011: “Heterosexualidad, ¡santo problema!”2, nos recuerda algo de la pretensión científica de Freud no sin efectos:
Como se sabe, Freud optó por la cientificidad de la sexualidad distanciándose del término erotismo, que le resultaba más corriente y popular. Esa opción lo convertía en interlocutor de Krafft-Ebing y todos los sexólogos de fines del siglo XIX. Ser interlocutor exige participar de un lenguaje que sea común, y ello incluía toda la psicopatología de la sexualidad. No es azaroso entonces que al recorrer tanto la obra de Freud como la de Krafft-Ebing, algunos términos psicopatológicos tengan mayor frecuencia que la que tiene el término heterosexual, del que por otra parte no aparecen definiciones más que implícitas y negativas. De todos modos, Jonathan Katz distingue la originalidad de Freud calificando sus concepciones de ≪mística heterosexual≫, considerando que habría en ellas ≪la idea de una heterosexualidad esencial, eterna y normal≫.
Por otra parte, creo que se hace necesaria una aclaración: no estoy diciendo que el discurso analítico en el sentido en que Jacques Lacan lo entiende y formaliza sea el discurso heterosexual, sino que se trata del psicoanálisis (quizás debería decir: de los psicoanalistas) efectuando discurso universitario, psicológico, vía la ciencia; será desde allí que cierto psicoanálisis le hará sus favores a la heterosexualidad3.
Se hace también necesaria una segunda puntualización: no hablo de la heterosexualidad como erótica y como práctica sexual –una entre tantas– sino en tanto régimen político, en el sentido que le diera Monique Wittig4. La heteronormatividad, término mucho más reciente, aludirá entonces a la dimensión reguladora de las prácticas y, por ende, de las eróticas, al servicio de ese régimen político.
Dice Wittig en El pensamiento heterosexual:
Las categorías de las que se trata funcionan como conceptos primitivos en un conglomerado de toda suerte de disciplinas, teorías, ideas preconcebidas, que yo llamaría «el pensamiento heterosexual» (ver El pensamiento salvaje, de Claude Lévi-Strauss). Se trata de «mujer», «hombre», «sexo», «diferencia» y de toda la serie de conceptos que están afectados por este marcaje, incluidos algunos tales como «historia», «cultura» y «real». Y por mucho que se haya admitido en estos últimos años que no hay naturaleza, que todo es cultura, sigue habiendo en el seno de esta cultura un núcleo de naturaleza que resiste al examen, una relación excluida de lo social en el análisis y que reviste un carácter de ineluctabilidad en la cultura como en la naturaleza: es la relación heterosexual. Yo la llamaría la relación obligatoria social entre el «hombre» y la «mujer»5
La construcción de la diferencia, del otrx diferente, es constitutiva del régimen heterosexual en tanto discurso de la dominación, para Wittig. Y esa diferencia se produce también y fundamentalmente en la lengua, lo que le hará decir en discusión con el discurso marxista, de manera contundente:
La transformación de las relaciones económicas no basta. Hay que llevar a cabo una transformación política de los conceptos clave, es decir, de los conceptos que son estratégicos para nosotras. Porque hay otro orden de materialidad que es el del lenguaje, un orden que está trabajado de arriba abajo por estos conceptos estratégicos. Este orden, a su vez, está directamente conectado con el campo político en el que todo cuanto atañe al lenguaje, a la ciencia y al pensamiento, remite a la persona en cuanto subjetividad, y a su relación con la sociedad. Y ya no podemos dejárselo al poder del pensamiento heterosexual; pensamiento de la dominación6.
Por su parte Louis-Georges Tin, en La invención de la cultura heterosexual, hace visible la construcción histórico-política de la heterosexualidad como cultura, separando, disociando práctica heterosexual de cultura heterosexual; entendida esta última como aquella que: “…confiere primacía simbólica a la pareja hombre-mujer y al amor” e incluso radicaliza su apuesta llegando a preguntarse si en verdad las culturas heterosexuales, “…no constituyen un caso particular que razones históricas vinculadas con la expansión económica y colonial, hacen aparecer como regla general”7
Quizás no sea casual que se trata de alguien de origen afro, afrodescendiente. Es decir, alguien para quien Occidente no es una evidencia.
Abramos el paraguas nuevamente –a riesgo de parecer Mary Poppins: claro que la lectura que haré será sesgada, interesada, nada objetiva ni neutra, nada exhaustiva y científicamente objetable, fragmentaria y un largo etcétera; pero no se trata de ausencia de método: ese será el método.
Hablaré poco y casi nada de Lacan, de Foucault y no obstante -aunque no lo diga- tendré como telón de fondo, lo que hace un tiempo –a partir de una relectura de L’Étourdit8, de Lacan– me obsesiona: lo que allí él llama prácticas del decir. Porque creo que de eso se trata, aunque eso no significa que en todo lo que ocurre en un análisis –mucho menos fuera de él– se trate del decir; salvo que al decir le acordemos, le concedamos, un campo ampliado que incluya diversos modos del hacer: con y sin palabras, el silencio y un largo, largo etcétera.
Botones de muestra…o ¿y por casa cómo andamos?
I-
Aida Aurora Fernández, en “Confusión y acting out. Algunos aspectos del análisis de un paciente homosexual”9, muestra el HISTORIAL CLÍINICO de un paciente.
Permítanme nuevamente una digresión: este trabajo fue subido a internet con los siguientes descriptores:
HOMOSEXUALIDAD MASCULINA / HIPOCONDRIA / CONFUSION / CLIVAJE / ACTUACION / DEFENSA PRIMARIA / MECANISMOS ESQUIZOIDES / ENVIDIA / VORACIDAD /INTEGRACION / CULPA PERSECUTORIA / DESTRUCCION / CASO CLINICO. No puedo no pensar-sentir preguntarme ¿Qué dicen estos descriptores de lo que hemos hecho devenir conceptos, lo que ha devenido jerga psicoanalítica? ¿Acaso creemos que eso elimina o está por fuera de la carga significante, fuertemente ideológica que porta este modo de “describir” (ya que se trata de descriptores)?
(Dudo si mantener o no el nombre y los datos que supongo de todos modos ficticios; ¿acaso eso alcanza?)
En la primera entrevista con Pablo, de 25 años de edad, me impresiona por su aspecto ansioso y preocupado. Llegó a mí buscando una solución para sus conflictos, enviado por un psicólogo, luego de haber intentado distintos tratamientos psiquiátricos. De inmediato se estableció entre ambos una comunicación cálida, y a pesar de que su historia mostraba que las prácticas homosexuales habían comenzado en su infancia, percibí algo en él que confirmó un sentimiento naciente de que podía ser recuperable.10
Más adelante, en una sesión:
Sesión del miércoles siguiente. – ¿Sabe una cosa? Estuve pensando que sólo aquí puedo encontrar la solución de todas mis dudas, de este mareo que siento dentro de mí, no como un mareo común, sino como andar caminando por ahí, hablar, hacer cosas y sentir que soy dos, que uno hace lo que el otro no quiere… Es un infierno de dudas lo que llevo adentro. Dudo de todo… mire, y no sé nada, todo me confunde, ayúdeme, dígame qué me pasa… ¿Qué es esto que me pasa?
Interpreto: Las dudas, la confusión, las siente aquí conmigo, en tanto no sabe qué soy yo, cómo soy, si soy mujer, si soy hombre cómo sintió confundidos a sus padres de niño, quién era la mujer, quién era el hombre. Usted no sabe cuando está aquí conmigo si es hombre, si es mujer.
Pablo: Pero yo quiero ser yo, yo mismo, no importa qué, si algo grande o chiquito, no me importa cómo, pero saber qué soy, cómo soy, no me importa nada, con tal de ser, tengo ansias de ser yo. Es como sacar la cabeza de abajo del agua, ahogado, y volverla a meter y seguir ahogándose y no ahogándose, es como si algo me agarrara… no sé qué…
Interpreto: Siente que se ahoga si se relaciona conmigo con su parte de hombre, siente que se ahoga si se relaciona con su parte de mujer. Me pide que le diga cómo soy yo, para saber qué es usted; que yo lo defina, que le diga qué tiene que hacer conmigo.
Mi madre me decía –continúa Pablo- mujeres no, si salís de noche vení antes de las 9 y de chico no me dejaba dar la vuelta a la manzana. Yo llegaba hasta la esquina y temblaba, jugaba entonces con Tom, usted sabe… (juegos sexuales-fellatio).
Interpreto: Aquí yo lo dejo dar vuelta a la manzana por eso se confunde, se asusta, no sabe si soy una mujer, si soy como Tom; tiembla porque no sabe cómo es usted, cuando está conmigo, si media mujer como siente a su padre o medio hombre como siente a su madre” y así continúa la sesión…
Más adelante:
“No puede ubicarme, como no pudo ubicar a su madre, a su padre, los vivió confundidos, en sus roles. La madre enferma, pero fuerte, autoritaria. El padre sirvienta, débil con delantal (partes femeninas). Aparece así la característica de la confusión: una mezcla de partes indiscriminadas de un objeto femenino-enfermo-semidestruido, pero autoritario con aspectos fálicos (cuchillo-pene), y un objeto masculino-impotente-entregado”
Y entonces, teoriza:
“Es indudable (refiriéndose al síntoma homosexual) que en un aspecto, tiene también el carácter de una negación, en tanto el homosexual masculino, niega en su delirio la existencia real de un cuerpo de hombre, para identificarse con su objeto interno, deseado-odiado (la madre-pecho), cuerpo de mujer”
El homosexual hace su aparición, sustantivado, ejemplar, universal. Prácticas de nominación, denominación clasificatoria no sin efectos reales.
O citando a Otto Fenichel:
“El factor que primariamente perturba la primacía genital, es idéntico al que produce igual efecto en los neuróticos, angustia y sentimientos de culpa, dirigidos contra el complejo de Edipo”, aunque aclara que con resultados distintos, por los mecanismos en juego.
La primacía genital se ve perturbada; no hay problematización posible de su primacía, supremacía.
II-
Otro analista, uruguayo también, respecto de un paciente homosexual11 dice en el apartado que llama: Proyección del instinto de muerte:
El homosexual se siente lleno de destrucción y de muerte, en función de las relaciones excesivamente hostiles con sus objetos internos destruidos y persecutorios y de las fantasías terroríficas que las sustentan. Las situaciones de frustración aumentan la intensidad de sus vivencias destructoras, se siente incapaz de manejarlas solo, que la muerte lo invade totalmente y teme el aniquilamiento de su Yo. El acting-out homosexual le permite aliviar la ansiedad persecutoria proyectando el instinto de muerte en su “partenaire”. La fantasía inconsciente básica es de que se ‘le pasa’ la muerte al otro
En pocas palabras: un asesino inconsciente.
Se trata entonces de otra evidencia: hay objetos internos destruidos y persecutorios, en un adentro de película de terror, de las malas, claro. Y eso produce o el aniquilamiento o su proyección aniquilante a otro. La pulsión –aquí llamada “instinto”, por si hacía falta reforzar su innatismo– de muerte, hace su trabajo. Y El Analista –lo escribo con mayúsculas, parodiando su existencia, su consistencia, su entificación– hará su trabajo de rescate y de protección de su paciente y, ¿por qué no?, de la sociedad amenazada.
III-
Otro analista aborda el tema del ejercicio del psicoanálisis por los homosexuales en “¿Pueden los homosexuales ejercer el psicoanálisis?”12 Y creo que su ingenioso parafraseo con “¿Pueden los legos ejercer el análisis?”, muestra, deja ver, una relación al saber-poder médico que no está ajena a este debate.
Comienza afirmando: “Tradicionalmente, las personas con algún tipo de perversión sexual -incluida la homosexualidad- han estado vedadas para ingresar a los institutos psicoanalíticos”; lo que nos sorprende es la explicitación de algo que para muchxs era un rumor, no fácilmente comprobable.
Y se pregunta:
…¿cuáles serían las razones por las que un sujeto homosexual deba ser rechazado de la formación psicoanalítica?, ¿es, realmente, la homosexualidad una limitante formal para el ejercicio del psicoanálisis?, ¿cuál es el fundamento por el que una perversión –en este caso la homosexualidad– deba ser excluida dentro de los que practican el psicoanálisis?13
La perversión es una evidencia.
Y continúa su análisis:
… ¿es la homosexualidad compatible con una “personalidad normal?; ¿existe algo así como el homosexual sano? La “identidad homosexual”, ¿es una forma desviada o normal del desarrollo? En relación a los argumentos con los que pueda sustentarse que una orientación heterosexual en la elección de objeto es el camino “normal”, mientras que una elección homosexual es “anormal”, el criterio que se ha esgrimido en los últimos ciento cincuenta años han sido argumentos anclados en los postulados del evolucionismo. Las parejas homosexuales -tanto masculinas como femeninas- son, por definición y por imposibilidad biológica, estériles; por lo tanto, son sujetos que no entran en el juego de la sobrevivencia del más apto debido a que no pueden transmitir sus características genéticas14
Desviación, desarrollo, sano, normalidad, pero también sobrevivencia, evolución, darwinismo…
Bueno, al menos alguien dice las cosas impúdicas sin corrección política, aunque quizás desde la violencia de una inocencia descriptiva que no es sino desde su posición de privilegio.
Y continúa haciendo público el impudor institucional:
Por otra parte, las presiones políticas y, por qué no decirlo, cierta velada amenaza de recurrir a los tribunales, han desembocado en una declaración de no discriminación, suscrita por el presidente de la IPA, con el fin de incluir explícitamente el término homosexualidad al lado de los de raza, credo, género y color de la piel15.
Amenaza, tribunales, presiones políticas, declaraciones… el Estado, como un padre justo, dirimirá los asuntos. Dirá que es lo más conveniente para cada quien.
Denuncia además de la presión política, la tergiversación de Freud para fines políticos:
La oración freudiana de “no son enfermos” debe ser contextualizada en el sentido de “no son neuróticos”, dado que se trata de una expresión perversa de la sexualidad infantil –de ahí su insistencia, en los mismos textos de hablar de una “orientación perversa”16
Lo de oración, en lugar de “el dicho de Freud” o “la frase”, el enunciado, etcétera, me hizo pensar en la oración como rezo o súplica o plegaria. Pero eso seguro es una desviación perversa de mi parte.
Discute fundamentalmente con R. Roughton y su trabajo Homosexualidad: cuestiones clínicas y técnicas:
… este autor (…) nos habla de las “sociedades [psicoanalíticas] en las que la homosexualidad es todavía considerada una perversión y la discriminación sigue siendo un hecho”, afirmación que no tamiza ni discute sobre los criterios para afirmar si la homosexualidad es no o una perversión, además de que no distingue tampoco el hecho de que un criterio nosológico no constituye justificación alguna para ningún tipo de discriminación -lo que no invalida el uso de pautas basadas en las capacidades o limitaciones que una persona pueda tener (sea homosexual o heterosexual) para el desempeño de una función17.
Y agrega:
No darle licencia de piloto aviador a un epiléptico no implica una discriminación, sino una limitación formal inherente a su trastorno convulsivo para el ejercicio de una profesión. De la misma forma cuando a un infante diabético se le limita la ingestión de golosinas azucaradas o a un niño hemofílico se le recomienda no ingresar al equipo de boxeo, difícilmente alguien podría afirmar que se les está discriminando; en estos casos, por el contrario, limitar significa una forma de protección.
Y entonces unx se pregunta si aquello de Jean Allouch de que “el psicoanálisis será foucaultiano o no será” no tendrá ya una respuesta: no será.
Mi madre en una suerte de fervor nietzscheano me decía: “serás lo que debas ser o no serás nada”; y a mí me gustaba replicarle: “seré nada”; sepan disculpar mi asociación en toda su ambigüedad y ambivalencia.
IV-
Por último, también recientemente, 201118, otro analista manifiesta su temor a la devastación subjetiva por la caída de lo que llama definiciones ternarias y que yo no me resignaré a no renominar: santísimas trinidades. Permítanme una nueva digresión: en su última visita a Montevideo Jean Allouch invitó a Sara Vasallo, quien hizo evidente, o al menos mucho más visible, la proximidad que ella llama “retórica” o “lógica”, y que yo creo que es bastante más que eso, de Jacques Lacan con la teología cristiana –San Agustin y Pascal, pero no solo– lo que para mí no deja de ser inquietante, por decir poco. Digo esto para justificar mi filiación de la llamada terceridad a la santidad: santísimas trinidades.
Entonces volvamos a este analista preocupado por la devastación subjetiva y la indistinción de los sexos.
Dice, como conclusión de su trabajo:
Esta caída de las definiciones ternarias es también señalada por Dufour como teniendo efectos devastadores en la subjetividad. La primacía de un Mercado que ignora al Tercero promovería, a juicio de este autor, la indistinción de los sexos. Habría un vínculo entre las demandas del derecho a la elección sexual y el triunfo del Mercado. No se trataría ni de dar muerte al Padre simbólico, ni de la defensa del Patriarcado. Entre la renegación y el dogma, el desafío consiste en la exploración de las nuevas «economías» psíquicas.19
Se hace eco además de lo que otro analista advierte, haciendo uso de nociones “lacanianas” (toda una discusión podría abrirse aquí respecto a qué sería lo lacaniano de un uso de nociones tomadas de los dichos de Jacques Lacan, al modo en que Jean Allouch en “Los tres puntos de retorno a” problematiza respecto de lo freudiano en Jacques Lacan, a partir de la noción de discursividad de M. Foucault):
… la figura terrible del padre imaginario reaparecería en el imperativo al goce, con la exaltación de lo diverso que caracteriza esta época de liberación de las formas del erotismo y en la que el lugar del tercero, de la ley, aparece cuestionado.
Creo que convendrá abstenerse de más comentarios, de comentarios de más.
Del lado de los llamados lacanianos, no habría menos botones de muestra. Algo de esto intenté mostrar en “De un poder que no se ejerce. Presentación en dos actos”, de reciente aparición en Malestares en la ciudad. Cinco noches de analistas en la polis20; solo que en esta ocasión decidí abandonar la endogamia “escolar” y revisitar mis marcas anteriores.
Mea vergüenza
Pero como siempre me recuerda mi amiga Sandra, es más fácil ver lo errado en los demás, lo criticable, así que mea vergüenza obliga a decir que también yo en mis primeros intentos de decir algo de una práctica analítica iniciada muy –quizás demasiado, no lo sé– tempranamente, también yo mostraba la hilacha del atravesamiento de lo heterosexual en el psicoanálisis21.
En un trabajo que llamé: “Ser y parecer. Identidad sexual y narcisismo”22 decía a propósito de un caso:
El sentido de este trabajo es un primer intento de análisis de la compleja relación existente entre el proceso de conformación de la identidad y el logro de una identidad sexual adulta y sus trastornos.
Que hoy me horrorice de eso no sería más que una reacción del lado de la culpa. Algo más, o algo menos, u otra cosa deberá acontecer para situarlo del lado de la vergüenza.
Pero no me encontraba solo en esta apuesta, me acompañaban autores de referencia: Otto Kernberg, Herbert Rosenfeld, Heinz Kohut y otros, otros en tanto sostienen la heterosexualidad como una certeza. Solo diré en un débil alegato a mi favor que el sesgo central del trabajo se encontraba más situado del lado del narcisismo y el ser que de la “identidad sexual”, que hoy pongo entre comillas; sin embargo, no me era posible aún poner en cuestión las nociones mismas de identidad ni de sexualidad que en ese tiempo eran cotejadas desde la normalidad hetero, hetero-normalidad.
¿Estrategias de supervivencia? También. Aunque no me hayan servido de mucho, al menos en lo que al psicoanálisis IPA se refiere.
Hoy creo que, a pesar de ello, creía posible fisurar en algo esa matriz subjetiva, sujetadora, por el lado del ser, de la constitución subjetiva en una suerte de campo que llamaré “parasexual” en lugar de “presexual”, “pre-genital” Algo así como decir “se trata de otra cosa”…
De más está señalar mi fracaso; aunque quizás siguiendo la pista de Beckett y de Jack Halberstam23, se trate justamente de eso: de fracasar mejor.
Mi vergüenza hoy pasa también por la exhibición de un caso, que da cuenta de lo insoportable para mí y constituye una intervención inadvertida en el mismo.
De la heterosexualidad como destino, podría haberse llamado también esta ponencia.
Recuerdo el impacto que tuvo en mí otro trabajo de Aída Fernández24 “La belleza, fuente de terror y plenitud; enfoque psicoanalítico del conflicto entre el sentimiento ético y el estético”; y otro en que se hablaba de “la perversión de lo ético por lo estético”, en alusión a Oscar Wilde pero generalizándolo para, al menos, los homosexuales artistas. ¡Lo bello prevaleciendo sobre el Bien! ¿Destino común o vecino con las mujeres también con superyó frágil?
Hoy puedo bromear y tomar los dislates por su costado absurdo, burdo… no siempre fue así.
Dice David Halperin en el Prefacio a la edición francesa de San Foucault25: “San Foucault es un libro animado por la cólera”, así se abre ese libro; y en alguien que transita la academia, la admisión de la rabia y el dolor en la producción de escritura, no es menor; habilita a otrxs.
En tiempos de inclusión y triunfalismo asimilacionista, quizás convenga no escamotear recuerdos y experiencias, en muchos casos injurias, huellas, heridas que marcaron los análisis y las vidas de muchxs.
Sin embargo, espero no haya sido en vano intentar alivianar algo la a-cosa con humor, para no convertir esto en un heterodrama.
Es también en el capítulo I de ese texto que, en discusión con el filósofo Richard Mohr y su libro “Ideas Gays”, Halperin nos recuerda que Foucault participaba también de este proyecto de escribir la historia de la sexualidad “desde el punto de vista de una historia de los discursos”.
Discusión
José Assandri: Tomaste algo como las prácticas del decir, de Lacan ¿podés decir algo más de eso?
Fernando Barrios: No, no mucho más. En L’étourdit Lacan habla de “prácticas del decir”, pero no lo despliega mucho, dice alguna cosa, después otra cosa salteada. A mí me gusta mucho… no, no es que me guste, me consuela mucho la idea de que el decir es una práctica, y que en psicoanálisis no es menor el modo de decir; es más, para mí es una obsesión cómo decir en psicoanálisis. No me parece para nada una evidencia, salvo que uno se afilie a un discurso universitario.
José Assandri: Pero el decir en el acto analítico, o el decir, son diferentes.
Fernando Barrios: Bueno, en el acto analítico y fuera, sobre todo fuera, también en estas ocasiones, por ejemplo ¿qué tipo de práctica del decir es esto?
Raquel Capurro: Te felicito, Fernando, fue muy bueno tu trabajo, sobre todo esa exhumación de textos no tan viejos. Te quería preguntar si en algún momento encontraste trabajos que señalen un giro en el punto, porque pareciera que es un trabajo ya en curso y si en algún momento percibiste que empezaron a sacarse los clavos de encima, que también tú mismo decías.
Fernando Barrios: Gracias, Raquel, eso no lo sé porque a mí me marcaron mucho estos trabajos en mi inicio, entonces quería quedarme ahí, pero capaz que como tú decís es algo a hacer como trabajo, sería interesante si hay un momento de quiebre.
Raquel Capurro: Quiebre relativo porque somos contemporáneos de estos discursos que siguen existiendo, pero algo hace que estemos acá hoy. ¿En qué momento se produce el quiebre, en qué zonas, en qué trabajos? La evocación del trabajo de Aída Fernández, que marcó toda una etapa… Aída no fue cualquier analista, fue una figura de ruptura dentro de la institución y sobre esos temas en su vida.
Raquel Lubartowski: La verdad que lo primero que te quiero decir es que te agradezco enormemente tu trabajo, porque me parece una apertura, para ver si podemos desclavar ciertos clavos que nos han mantenido en una posición difícil. Quiero solamente decir un par de cosas respecto de Aída Fernández. Fui gran amiga de Aída, colega, pero amiga intima, compartí con ella muchos años, compartimos también muchos proyectos, mucha militancia durante la dictadura, y esto me parece muy importante tenerlo en cuenta. Aída Fernández fue una pieza clave en la continuidad del pensamiento psicoanalítico, además de haber sido quien creo que fue de las primeras que introdujo a Lacan en Uruguay. Eran reuniones muy subversivas en su pequeño apartamento, para leer el estadio del espejo, en la década del 60. Aída era lesbiana, tenía que ocultar su condición con gran sufrimiento porque, además, cuando escuchaba el caso clínico, pensaba en el aspecto de Aída. Era muy masculina, era un poquito camionera, camionera fina [Risas]. Era una hermosa persona que tuvo un amor muy intenso por una artista uruguaya, a quien apoyó totalmente durante su vida. Cuando yo escuchaba el trabajo de Aída pensaba que ese era el documento con el que ella paga su pertenencia institucional, porque realmente tenía que mostrarse de alguna manera en oposición a lo que ella misma encarnaba y a lo que ella nos transmitía, para poder sostener su pertenencia. Que no la pudo sostener a pesar de estos precios que pagó porque Aída fue degradada dentro de APU [Asociación Psicoanalítica del Uruguay], es decir pierde su condición de psicoanalista de formación en ese momento, lo cual le produce un drama personal muy grande. Esto es personal: creo que fue una gran causa por la cual comete el acto fallido de morirse en un accidente de auto, mirando las estrellas. La última frase de Aída fue a una fotógrafa uruguaya, Isabel Gilbert, que iba en el auto con ella, le dijo: “Mirá las estrellas”, Aída murió. Es muy importante porque me parece que hay algo no solo del decir, sino del hacer institucional que son actos, que marcan de esta manera la vida de las personas. Debo decir, agregando algún elemento para ver cómo las instituciones oprimen y tienen prácticas que son prácticas que conocimos y conocemos en algunos regímenes autoritarios muy fuertes. Cuando Aída muere, estuvo dos días para morir, era muy importante ver quiénes estábamos allí acompañándola, estaba lleno de homosexuales, obviamente, un conjunto de pacientes y artistas. Hubo una gran discusión en APU acerca de si se la velaba o no en APU. Digo esto porque me parece muy importante reivindicar a aquellas personas, aquellas actitudes, aquella transmisión que ha realizado entre otras personas. Y me parece muy interesante haber hablado de ella, contextualizarla en lo que fue su obra, donde ese trabajo forma parte sin duda del documento que ella necesitaba para continuar con una pertenencia institucional, que le exigía otro tipo de cosas.
Diego Nin: ¿Cuál fue el motivo de su degradación institucional?
Raquel Lubartowski: Porque ya no se podía sostener más la vida casi pública de Aída como lesbiana con sus compañeros. Era muy criticada y circulaba mucho dentro del ambiente psicoanalítico dominante. No toleraban. Creo que ahí empezaron, esto es una interpretación personal, empieza a tener un cierto peso el hecho de que Aída promoviera el estudio de Lacan y promovió también la formación de grupos, entonces esto era muy disfuncional.
Fernando Barrios: Quería agradecerte Raquel, el aporte, porque todo eso hacía que por lo menos para mí sea esto tan confuso y en el límite de lo enloquecedor, de lo que decía, porque no era cualquiera.
Raquel Capurro: Quiero subrayar esta intervención de Raquel Lubartowski, porque creo que es un hecho público e histórico que escribe públicamente los rumores, y que debemos registrar esta intervención de Raquel como una posibilidad de pensar a través del drama de Aída. Esta conjunción entre la institución y la normatividad y este forcing del funcionamiento de las interpretaciones en el interior del análisis, que es también otro punto, porque es escuchar las interpretaciones de Aída y uno se agarra la cabeza. Esa imposición de la teoría sobre el deseo de alguien, ahí hay todo un aspecto que está regido desde la institución y desde las teorizaciones de la institución, y aplicada no solo a la práctica del analista, sino a su vida, en lo que se ve ahí, el sufrimiento de una vida que repudia claramente. Yo marcaría como algo histórico ese momento de la intervención de Raquel.
Sandra Filippini: Creo además que esto muestra cómo no hay una posible separación en el psicoanálisis entre la experiencia, el saber que produce y las políticas institucionales. Podrá haber momentos de tensión, de disenso o de ruptura. Pero no es bueno, hay un solo psicoanálisis que se aplica, después se piensa distinto, y pensar las instituciones son más o menos todas iguales, es decir, justamente hay una manera de plantear la experiencia analítica que produce tipos de saberes y, a su vez, generan cierto tipo, no creo que sea solo lineal, las instituciones también juegan en eso y en eso están los costos políticos de la experiencia de cada uno. Me acuerdo que en el año 80, Ricardo Bernardi me comentó un día que había una comisión de la IPA [Asociación Psicoanalítica Internacional] que estaban discutiendo la cuestión de la integración de los homosexuales; que como sabía que en ese momento había unas cosas que a mí me interesaban de la discusión, me facilitaba los documentos. Y era una discusión política, por eso digo, es interesante cómo se separan lo que puedan ser estas irrupciones del Real con la discusión política, donde era tal cual como se plantea en el trabajo de Vives, de evitar lo que podían ser a posteriori juicios por discriminación, entonces se iba a homologar a la raza, la religión y la homosexualidad como decisión de esa comisión que aportaba a la IPA para que permitiera el ingreso.
Raquel Capurro: Te pregunto Sandra si no está ligado a Stonewall y a la sacada de la homosexualidad del D.S.M. Porque hubo repercusiones de eso también en el campo del psicoanálisis y también en el Uruguay, pero no lo sé y por eso lo del decir que planteaba José me parece interesante, lo que pasa en la práctica y lo que pasa en el discurso.
Sandra Filippini: Creo que más que lo que lo que pasó en Stonewall, que históricamente marcó un antes y un después, esto de la I.P.A. tenía que ver con lo que había pasado en la Asociación Americana de Psiquiatría, la votación para sacar del D.S.M. III la homosexualidad como patología. Como no iban a votar, irrumpieron los activistas y dijeron que si no lo votaban se publicaba la lista de los psiquiatras gay inmediatamente [Risas] Eso fue en el 80 o 79.
Alberto Moreno: Bueno, no es fácil después de las intervenciones, me parece que no hay institución que no tenga discurso político, independientemente de la teoría que circule en la institución; el discurso político es como una sombra, un acompañante, tengo la impresión de que estos trabajos que lee Fernando, tengo entendido que el libro de Aída Fernández es un libro casi impuesto, que se le impone que lo haga, es una recopilación de artículos en el cual hay un prólogo de Mercedes Garbarino que dice que el homosexual tiene disociado el objeto ético y el objeto estético. A mí me parece que es interesante cómo la conceptualización psicoanalítica puede adquirir esa dimensión política del poder. El discurso kleiniano era un discurso absoluto, monopólico, no había otra forma de pensar el psicoanálisis si no era a través del discurso kleiniano, esa es una de las claves. No hay manera de pensar la posición política en relación a la homosexualidad sin pensar en el discurso kleiniano. En El Antiedipo Deleuze y Guattari se asombran de la posición del objeto parcial de Klein, se asombran favorablemente hasta que descubren que ella no teoriza el objeto parcial sino para constituir un objeto total. Lo otro que me parece que quizás le plantearía a Fernando es si él no piensa que este discurso psicoanalítico del contexto de prácticas psicoanalíticas no tiene un péndulo entre el discurso del amo y el discurso universitario, si no está también allí incluso el discurso del amo como discurso prevalente. Lo otro que a mí me parece, un poco la pregunta de Raquel, de los giros que podrían existir, por lo menos lo que detecté tratando de pensar el tema, es el giro a instancias de la revista Litoral, cuando se produce aquella jornada cerca de los 80 en base a la frase de Lacan: “debemos ver todo bajo la lupa de la opacidad sexual”.
Sandra Filippini: Litoral 27 del año 1992.
Alberto Moreno: Desde ahí se va configurando la lectura de Foucault, que me parece esencial, sobre todo con los trabajos de Allouch de acogida a los Gay and Lesbian Studies.
Rubén Quepfert: Pensaba, con la cuestión del cambio del discurso, que capaz que habría que buscarlo en el campo social, no dentro del psicoanálisis, los cambios del D.S.M. III, me parece importante cuando se saca la homosexualidad como categoría perversa. Hay movimientos instituyentes sociales que modifican lo instituido pero a posteriori, que no vienen de adentro de las instituciones, de lo oficial, de lo instituido, y que obviamente los conceptos están atravesados por una fuerte ideología. Incluso no solamente dentro del psicoanálisis, pensaba en partidos políticos de izquierda que tienen una modalidad donde lo social ha ido modificando su discurso con una moral muy conservadora en ese sentido.
Fernando Barrios: Se llegó a decir en una asamblea del M.L.N. [Movimiento de Liberación Nacional Tupamaro] en la que estaba: “la homosexualidad es una debilidad ideológica”.
Sandra Filippini: En lo que decís, Rubén, y lo que Raquel trajo, Stonewall, no sé si todos conocen, marca un antes y un después porque generó la posibilidad de un activismo público, fue en el año 69. Empezó una noche de junio cuando la policía irrumpió en el bar Stonewall Inn, que está en Greenwich Village. Un travesti se resistió a que lo llevaran, lo estaban sacudiendo, están las fotos históricas, le da un carterazo en la cabeza al policía y se arma el levante. Fueron varias noches en todo el barrio, que era un barrio gay, todavía hoy lo es, en New York. Fue una revuelta que marcó un hito en al activismo gay, pues implicó organización; surgieron organizaciones sociales que comenzaron a tener sus diferencias. Recuerdo que en la primera reunión de la école que Allouch plantea acoger a los Gay and Lesbian…
Fernando Barrios: Suena feo [Risas]
Sandra Filippini: Hubo gente de la escuela que salió indignada, dos veteranas amigas francesas decían: Ah, Allouch quiere que nos volvamos todos gays ¡qué se cree! Hay algo de esas irrupciones.
Diego Nin: En esa línea me preguntaba, en Montevideo actualmente ¿qué pasa?, porque estamos hablando de trabajos de la década del 60.
Fernando Barrios: No, no, hay trabajos de 2011.
Diego Nin: Pero en las instituciones hoy, en Montevideo, ¿se puede decir una persona, un analista, un terapeuta psicoanalítico, puede decir abiertamente que es gay o lesbiana?
Público: No, no puede.
Raquel Capurro: La declaración de sexo no se hace con un cartel.
Diego Nin: ¿Se puede o es necesario ocultarlo?
Raquel Lubartowski: Es necesario ocultarlo, es un secreto a voces que se disimula con una especie de travestismo heterosexual.
Sandra Filippini: Creo que el punto es exigir eso a alguien, una declaración de identidad sexual para integrar una escuela o una asociación. Lo que no quiere decir es que se vuelva al “no digas nada que yo no pregunto”, sino que el punto es el criterio evaluatorio de que es un elemento a definir la identidad sexual respecto a la práctica del análisis.
Fernando Barrios: De todos modos, me parece que la cosa es bastante más compleja, porque justamente cuando marco esto de las prácticas del decir, me parece que incluso se podría formular la siguiente pregunta: ¿es posible pensar una práctica analítica donde no sean necesarias las categorías de hombre, mujer? Hay que ver quién puede sostener su práctica más allá de la apertura de las instituciones que me parece importante.
Adrián Villalba: Me parece que tu trabajo marca eso de la cuestión política. Por un lado, donde esto de la heteronormatividad se juega, pero en un momento vos decís posible donde realmente hay algo de la ubicuidad de la heteronormatividad que vos decías, no es que diga lo que hay que hacer, lo que oscurece la sexualidad, la opacidad sexual pasa por la cantidad de discursos en eso.
Sandra Filippini: Halperin plantea fundamentalmente que la posición de él, queer, es disidencia; él considera que no se puede estar por fuera de la norma totalmente, a diferencia de Wittig que sí lo plantea.
Raquel Capurro: Me parece que sigue siendo muy importante este texto de Lacan que está publicado, que se llama Declaración de sexo. Hay un número de Litoral donde Lacan afirma: “nada podrá asegurarles que son hombre o mujer”, es un acto declarativo. Lo retoma en otros términos Judith Butler en Género en disputa. En tal situación conviene que me declare feminista o me declare lesbiana, es una cuestión de oportunidad que ninguna esencia reasegura. Me parece extraordinariamente interesante el juego que hace José Assandri en la entrevista que le hacen al final de su libro26, donde justamente elude contestar la pregunta, ¿entonces si escribiste este libro, sos gay? Y los vericuetos que usa José para mostrar que no es la cuestión, ese libro no está en empalme con la identidad sexual que pueda tener José. Entonces cuando se contesta y se hace público algo, es una oportunidad.
Fernando Barrios: La heteronorma está en la lengua, es bastante más complejo.
1 Jacques Lacan. El seminario. De un Otro al otro. Ed. Paidós, Buenos Aires, 2008, p.17.
2 José Assandri. “Heterosexualidad, ¡santo problema!”; (2012) Revista Uruguaya de Psicoanálisis (en línea) (115): 46-63.
3 En esto de hacerle favores a… pretendo jugar con su dimensión erótica, pícara, aunque no estoy seguro esto se pueda leer sino por lxs más veteranxs.
4 Monique Wittig. El pensamiento heterosexual y otros ensayos [1992], Ed. Egales, Barcelona, 2006.
5 Ibíd., p. 51.
6 Ibíd., p. 54.
7 Louis Georges-Tin, La invención de la cultura heterosexual, El cuenco de plata, Buenos Aires, 2008, p.11.
8 J. Lacan. L´étourdit, 1972. Disponible en: staferla.free.fr/Lacan/L’etourdit.pdf
9 Aída Fernández, “Confusión y acting out. Algunos aspectos del análisis de un paciente homosexual”, 1967. Disponible en: www.apuruguay.org/apurevista/1960/168872471967090202.pdf
10 Los subrayados en las citas son míos.
11 Alberto Pereda, “Aspectos del acting-out homosexual masculino”. Revista Uruguaya de Psicoanálisis, tomo 10; 1968, pp. 267-274.
12 Juan Vives R, “¿Pueden los homosexuales ejercer el psicoanálisis?”, Disponible en: http://fepal.org/images/2004precongreso/pueden_los_homosexuales_ejercer_el_psicoanalisis.pdf
13 Ibíd., p. 8.
14 Ibíd. p. 2.
15 Ibíd.
16 Ibíd., pp. 5-6.
17 Citado por J. Vives, óp. cit., p. 6.
18 Damian Schroeder, “Diálogos con los trabajos La apropiación de la belleza de Gladys Franco y Correspondencias entre Silvia Bleichmar y Hanif Kureishi de Daniel Moreira”, Revista Uruguaya de Psicoanálisis, N°113. Asociación Psicoanalítica del Uruguay, Montevideo, 2011. Disponible en: www.apuruguay.org/apurevista/2010/16887247201111317.pdf
19 Ibíd., p. 198.
20 Fernando Barrios, “De un poder que no se ejerce. Presentación en dos actos”, Malestares en la ciudad. Cinco noches de analistas en la polis. Ediciones de la fuga y Witz editor, Montevideo, 2017, pp. 75-89.
21 Ahora que lo pienso aquello de “…la paja en el ojo ajeno”, siempre tuvo en mí resonancias más eróticas que morales.
22 F. Barrios. “Ser y parecer. Identidad sexual y narcisismo”, Narcisismo, Ed. Roca Viva, Montevideo, 1993, pp. 49-60.
23 Jack Halberstam, El arte queer del fracaso, Ed. Egales, Barcelona, 2018.
24 Aída Fernández. “La belleza, fuente de terror y plenitud; enfoque psicoanalítico del conflicto entre el sentimiento ético y el estético”, Aportes psicoanalíticos al estudio de la homosexualidad, Oficina del Libro-AEM, Montevideo, 1970.
25 David Halperin, San Foucault, Cuadernos de Litoral, Edelp, 2000.
26 José Assandri, Alberto Nin Frías, una tumba en busca de sus deudos, Estuario, Montevideo, 2018.