ñácate. Revista de psicoanálisis de la école lacanienne de psychanalyse, desde su inicio se propuso ser un vehículo para la producción escrita tanto de quienes se inscriben en la elp, como de aquellos con los que es posible mantener un diálogo, así como también con los que con sus trabajos provocan una frontera con el psicoanálisis, en el doble sentido del término: aquello que une y que a la vez, separa.
ñácate. Se presenta como adecuada para el nombre de una revista de psicoanálisis, si se entiende que en el recorrido subjetivo que llamamos psicoanálisis algo encuentra un punto, un fin. ¿Que el nombre parece muy apropiado para una revista de humor? Sin dudas, y no debe ser un azar. ¿No son a veces la ironía, el chiste, o la más simple boludez, modos en los que se abren paso, en un análisis, los momentos más fecundos? ¿No podría decirse que en el psicoanálisis se trata de que algo de lo trágico vire a una cierta comicidad?
ñácate. Los expertos en lunfardo equiparan esta expresión con otras, como ¡zás!, ¡zácate! y ¡tácate!; curiosamente la definen como una onomatopeya. Todos coinciden en que alude a algo que hace corte, pone fin, pone un punto; también que sugiere un hecho violento, disparatado, sorpresivo. En el Diccionario del español del Uruguay proponen que la palabra viene del quechua, ñaka. Y según los diccionarios quechua español/simi taque queswa-español, ñaka significa maldición o blasfemia. Mientras que en quecha ña quiere decir “ya, ya está”, ñak’a significa “dificultad, sacrificio, penuria”.
ñácate. Los diccionarios de la lengua que nos habita suelen definir a la ñ como la decimoquinta letra del alfabeto. Desde Antonio de Nebrija, autor de Gramática de la lengua castellana, primera gramática normativa, publicada en 1492, se afirma que la ñ se usa solamente en español. Especie de sello de nuestra lengua, marca en el orillo, se emparenta con la n pero –a diferencia de ésta- lleva encima una vírgula que al parecer, tras tener otros usos, se restringió a esa letra a partir del siglo XIV. Seis siglos más tarde ocurrió un curioso hecho: el Gobierno de España prohibió la importación de computadoras que no tuvieran la ñ en su teclado, que no pudieran reproducirla en pantalla o imprimirla. La Comunidad Económica Europea exigió entonces que se eliminara la molesta letrita en beneficio del libre mercado. “El Reino de España se conmovió: iban a desaparecer el nombre del país, el gentilicio, las montañas, el nombre popular del sexo de la mujer (coño), la niñez, la ñoñez, los años, la añoranza […] las mañas, los dueños, los sueños […]”[1]Y también los muy lunfardos ñapa, cafañe, ñapado y sobre todo, ñácate. Conocemos el final de la historia. España ganó su pequeña guerra y la ñ sigue tan campante allí y aquí, como en el inicio de esta escurridiza y algo añeja palabra ñácate.
ñácate. Los tiempos cambiantes hacen que no solamente exista en papel sino que respondiendo a las innovaciones de la tecnología, a las novedosas maneras de acercarse al público, ñácate se (re)invente y (re)cree en la creciente e irrefrenable digitalización de los medios de comunicación. No sólo tendrá referencias o citas al pie sino que nuevos “lenguajes” (a modo de ejemplo, archivos de audio, video o imágenes) estarán disponibles para el lector. También será una manera de acortar las distancias geográficas. Nuestra página web contiene diversas entradas –algunas de ellas ya conocidas para el lector habitual de ñácate– que alternan entre lo ya aparecido en la versión en papel y producciones actuales, muchas de ellas inéditas en otros formatos.
ñácate. La invitación es –una vez más y a riesgo de caer en la insistencia– a leer, discutir, desafiar; en fin, enriquecer el debate, renovar las preguntas, repetirlas, relanzarlas, desgastarlas. Hacer del psicoanálisis una experiencia viva, desde el lugar de inscripción en que cada quien se encuentre en relación a aquel. La invitación está hecha, las entradas están abiertas.
[1] Carlos Liscano, Su Majestad la Ñ y la lucha por la tecla única, en Lengua curiosa, Ediciones del caballo perdido, Montevideo, 2003.